El siguiente artículo, que me tomo la libertad de traducir, "Doce pares de botas" fue escrito por Philip L. Scruggs, y apareció publicado en la revista Boys' Life en julio de 1937 y narra la aventura del Scouter de origen español Juan Carmona y el Guía de Patrulla venezolano Rafael Angel Petit; que juntos realizaron un raid de más de 16.000kms, desde Venezuela hasta Estados Unidos de América para asistir al primer Jamboree Nacional de la BSA en Whasington.
por
Philip L. Scruggs
En la selva tropical a veces puedes viajar sin oír ningún ruido o ver algún ser viviente. Pero al caer la noche (y la noche cae rápidamente, esta llega como una cortina de oscuridad que abruptamente cae sobre el mundo), la jungla cobra vida. Las grandes bestias salen a merodear por comida. El jaguar, el felino más grande de Centro y Suramérica, acecha su presa. Los animales pequeños y tímidos, bajo la oscuridad de la noche, acechan a los aún más pequeños. Los monos ahullanen las copas de los árboles. Hay chirridos, crujidos, gruñidos y gritos aterradores. Hay una sensación de peligro y amenaza alrededor de uno. Aquello que parece una gran raíz puede ser una gigantesca boa esperando pacientemente a su próxima víctima. Un destello repentino, los ojos de un merodeador nocturno que desaparecen rápidamente.
Durante el día el techo de la selva se cierra a toda la luz del sol de manera que uno se mueve a través de una especie de penumbra, como estando en una catedral a oscuras. Los insectos pululan a tu alrededor, te pican y dejan como resultado un escozor enloquecedor. Algunas veces un pájaro de brillante plumaje revolotea entre las ramas, como un repentino dardo de color. Los monos parlotean o corretean silenciosamente entre las ramas hasta llegar al techo de la jungla. Una gigantesca serpiente, una boa o tal vez una cascabel, puede estar enrollada en medio de tu camino, una masa brillante de muerte o quizás la venenosa serpiente de coral, que puede deslizarse casi hasta tus pies. O si no, una iguana grande puede salir a la luz, un reptil muy bien recibido, por su tierna carne blanca, que es un delicioso regalo de la selva.
En la temporada de lluvias, cuando grandes aguaceros inundan la selva durante más de dos meses, la tierra se convierta en un gran pantano. Es cuando cada paso debe hacerse cuidadosamente. Todo está humedo y caluroso y una niebla girando sobre el mundo visible. La malaria, a menos que se disponga de la dosis correcta de quinina, es casi inevitable. El viaje se hace tan dificil que es sólo ignorando lo que parece imposible que se puede seguir adelante.
Ya cerca del final después de más de 16.000 kilometros
de raid,el Guía de Patrulla Petit y el Scouter Carmona junto a su "carrucha". |
Pero llega un momento, en el que uno se acostumbra, y en el que todo pasa a ser fascinante y hermoso, todo está tranquilo, quieto, y se puede examinar libremente las maravillas de una rica flora y fauna. Un ciervo pequeño puede hacer una pausa por un momento en su camino. Un escarabajo, brillando como una joya, puede realizar una pausa de algunos minutos, una mariposa, una flor exótica, un árbol lleno de flores o cargado de frutos deliciosos. Con la familiaridad y la experiencia, la selva puede ser un lugar en el que no tener miedo, aunque siempre será un lugar donde se deben dar los pasos con cautela.
De esta manera Rafael Ángel Petit, Guía de Patrulla de Caracas - Venezuela y su compañero, el Scouter Primera Clase Juan Carmona, narran el prefacio de su raid de dieciséis mil kilometros que han realizado desde Caracas hasta Washington, DC, para asistir al Jamboree Nacional de los Boys Scouts de America. Desde Caracas, "la ciudad de la eterna primavera" en Venezuela, "la pequeña Venecia", que toma su nombre de los palafitos indios construidos sobre el agua que vieron cuando llegaron los primeros exploradores.
El 11 de enero de 1935, partieron de Caracas, con las bendiciones del entonces Ministro del Ejército y la Marina, Gral. Eleazar López Contreras, que ahora es el Presidente de Venezuela. El Gral. Contreras los equipó con la munición regular del ejercito de 45 kilos de peso. El resto del equipo era el estándar que usa un Scout. Su objetivo era Washington D.C. El lema de su viaje fue "¡Llegaremos a Washington, o moriremos con gusto!". Y en varios momentos de su épica aventura, ellos pensaron que sería más bien "morir".
Gradualmente se fueron acercando a la frontera con Colombia donde la Cordillera Este, un estribo de los Andes, se eleva por encima de la meseta. Ahí, en la zona de García Rovira enfrentaron su primera dificultades reales. En las montañas, en la noche, hacía frío, la atmósfera enrarecida, las grandes colinas extremadamente abruptas y difíciles de superar. Les tocó tres días curzarlos, el primer escollo de los muchos que le seguirían.
Después de esta iniciación en los peligros de un viaje por tierras extranjeras, continuaron hacia Bucaramanga, una ciudad de 40.000 habitantes y desde donde siguieron por el sur hacia Bogotá. la capital de Colombia, acostumbrándose en esta etapa del raid, a lo que sería la dura rutina de todo el viaje: buscar alimento, cruzando lechos de ríos y encontrando un lugar seguro para dormir.
Desde Bogotá cruzaron el valle del gran Río Magdalena, girando hacia el noroeste hacia El Choco Colombiano, la gran región selvática de Colombia, que se extiende a lo largo de 804 kilómetros hacia donde se encuentra con la densa jungla de Panamá. Hasta donde los Scouts sabían, ningún hombre no indígena había cruzado la selva, sin embargo, ellos lo hicieron con valentía, encontrando los obstáculos que la naturaleza ideaba como barreras para el hombre. Bestias salvajes, serpientes, densa maleza, y agua, agua, agua! Alcanzaron El Choco al inicio de la temporada de lluvias, cuando la selva se convierte, teóricamente, en territorio impracticable. Ellos ignoraron la teoría.
Ningún rayo de sol penetraba el techo de la selva. La densa maleza, viñedos, hierba, hacían una enmarañada barrera sin fin ante ellos y la tierra bajo sus pies estaba cubierta de agua, tanto que a ratos caminaban a través de agua que llegaba a sus cinturones. Frecuentemente cruzaron arenas movedizas o tremedales que tuvieron que cruzar con tres troncos. Siempre, día tras día, interminablemente, ellos usaban sus pesados machetes, grandes cuchillos para crear caminos a través de la barrera.
De vez en cuando lo mejor que podían caminar eran poco más de tres kilómetros, mientras que en espacio abierto estaban acostumbrados a caminar 40 kilómetros. Por días y semanas, era como una pesadilla: -cortar, cortar, cortar- usualmente con pasos traicioneros, con ejambres de insectos las nubes, con ataques enervantes de malaria, cenagales temblorosos a ser cruzados, o dar pasos lentamente a través de los árboles.
En la noche, por alrededor de un mes, durmieron en altos árboles, para alejarse de los animales.
La visión más terrorífica fue una boa gigante, de 20 pies de largo, o una cascabel, la serpiente venenosa más grande del mundo. Veían ocasionalmente jaguares, y siempre atentos para evitarlos. Pero contra los insectos no se podía luchar. Ni siquiera un fuego podían hacer que sirviera para alejarlos. Hacía largo tiempo que su mascota, un perrito, había muerto por una mordedura de serpiente. Pero ellos nunca fueron atacados por una serpiente, aunque las veían constantemente. Cuando conseguían algún lugar seco para acampar, esparcían alrededor un líquido preparado por los indígenas, que las alejaba. Ninguna se acercó, por lo que probablemente funcionó.
Fue ahí, en El Choco, que Carmona y Petit vivieron la experiencia más aterradora que les ocurrió en un período de 24 horas.
Durmiendo en lo alto de un árbol, se despertaron por sonidos de arañazos, como si un gran animal estuviera trepando el árbol. Asustados, incapaces de moverse de donde estaban, dispararon y casi de inmediato el sonido cesó. Ellos recuerdan que pasaron aquella noche en vela, pensando que algún animal de la jungla los estaba acechando, y al amanecer vieron el cuerpo de un jaguar en la base del árbol. Tuvieron suerte de matarlo, pero al echar la vista hacía atrás, recuerdan aquella noche como una de las más terroríficas. Sin embargo la experiencia no había terminado.
Poco después, cuando se detienen para descansar, descubren que estaban siendo rastreados: un segundo jaguar los estaba siguiendo. Juan Carmona se vió obligado a hacer otro rastro por sí solo, para despistar al jaguar, mientras Rafael Petit se quedaba vigilando, sin saber en qué momento el jaguar podría acercarse y atacar. Pero al final, hacia la tarde, el jaguar se debió cansar de rastrearlos y desapareció. Esta experiencia los hizo ser más cautelosos, hacer guardias de noche y apreciar más el alto de los árboles.
Nada de esta selva se podía omitir, haciendo que fuera peligrosa y difícil de transitar. Todos los demás hombres que se dirigían hacia el norte, tomaban un bote cerca de El Choco. Pero a Carmona y Petit les tomó un mes en ser los primeros hombres en atravesarla, y sólo para continuar a través de la terrible selva de Panamá.
Luego de El Choco, se internaron en la selva de Panamá, en la Costa de San Blas, donde viven las más peligrosas tribus de indígenas centroamericanos. Guiándose por su intuición, logran ubicarse en el mapa, después de una dura semana completamente perdidos, vagando prácticamente a ciegas a través de la densa maleza, sin saber a ciencia cierta dónde tenían que girar.
No pasa mucho tiempo hasta que se encuentran con los miembros de la tribu de San Blas, que en un principio se mostraron hostiles, hasta que algunos de ellos que hablaban un poco de español, convencieron al resto de las buenas intenciones de los Scouts y que por tanto eran inofensivos. Aun así, algunos permanecieron recelosos de ellos, pero por fortuna los Scouts quedaron bajo la protección de Inapakina, el jefe de la tribu, quien insistió en hospedarlos de la mejor forma posible.
Finalmente, después de dos días de hospitalidad, fueron escoltados hasta la frontera del territorio de la tribu y deseándoles suerte en el resto de su viaje.
Después de seis meses a través de la jungla, finalmente alcanzan la Zona del Canal; llegaban al Canal de Panamá. Eso fue realmente un placer. Un lugar donde descansar, con condiciones de salubridad, comida de verdad y agua potable. Un lugar donde dormir con seguridad y de manera confortable, y lo más importante: secos. Un lugar donde pudieron disfrutar de las ventajas de la civilización, que hace tiempo habían dejado atrás.
El largo viaje a través de Costa Rica y Nicaragua los llevó hasta Honduras sin que tuviera a lugar nada especialmente interesante. Tan es así, que todo aquello que nos podría parecer peligroso y emocionante, se había vuelto rutina para ellos. Sin embargo, en Honduras se encontraron con nuevos peligros que enfrentar y se vieron hasta amenazados de muerte.
Una revolución estaba en pleno desarrollo y soldados revolucionarios hondureños los capturaron y los llevaron a prisión, acusándolos de ser espías. Las explicaciones eran inútiles, sus credenciales como Scouts no ayudaban en nada, pues los soldados no sabían ni leer ni escribir. La situación se había vuelto desesperanzada, hasta que tres días después llegó el comandante, quien examinó y verificó sus credenciales y finalmente los liberó.
Junto al Embajador Venezolano y su Sra. esposa en Whashington D.C. |
El siguiente país fue el Salvador, el cual cruzaron con pocos incidentes, excepto por la falta de cordialidad por parte de los Salvadoreños, tal como sucedió en Honduras. Carmona y Petit piensan que esto es derivado del hecho de que en estos dos países de momento, no hay presencia del movimiento Scout y por tanto lo desconocen.
Una vez en Guatemala, cruzaron cientos de kilómetros de bosque y selva, sin llegar a ver a ningún ser humano alrededor.
Dejando atrás Guatemala, comenzaron a cruzar el sur de México a través del estado de Chiapas, donde no encontraron otra alternativa que seguir las vías del tren con dirección a Córdoba, mucho más al norte de donde estaban. En su mapa, ellos estiman ese recorrido por las vías del tren en alrededor de 1.930 kilómetros. La mayoría de este camino lo realizaron de noche, para evitar encontrarse con los indígenas del sur de México, de los cuales les habían advertido. Desde Córdoba hicieron el camino del altiplano que los llevó hasta México D.F.
En México fueron regiamente recibidos por la organización nacional Scout y por las autoridades locales. Pero ni siquiera así sus problemas habían terminado. Estando a 800 millas de Laredo, en la frontera con Texas, les fue negada la entrada a los Estados Unidos. Había un problema con sus pasaportes, y desconcertados ante la burocracia diplomática, se vieron obligados a devolverse hasta México DF, para resolver el problema ante el Consulado Venezolano en México. Para cuando lograron volver a Laredo era el 25 de enero de 1937, casi dos años después de su partida de Caracas; finalmente entraban en territorio estadounidense.
En San Antonio, compraron un pequeño carro, al que le construyeron una pequeña caja, y a partir de ese momento llevaron en "la carrucha" todo su equipo.
A lo largo de todo su épico recorrido, han sido recibidos muy cordialmente por los Scouts y las autoridades oficiales por donde pasaban, con excepción de Honduras y El Salvador. Sus notas de viaje están llenas de fotos, notas de prensa y parte del material que usaran para escribir un libro contando sus experiencias.
Sus credenciales Scouts fueron suficiente para entrar en casi cualquier sitio. En términos generales, ellos sienten que han demostrado el valor práctico del Escultismo. Sin las habilidades Scouts, declaran ellos, hubiera sido prácticamente imposible embarcarse en semejante viaje. Cada día, mejor dicho a cada hora, encontraron la utilitidad que les confería las habilidades aprendidas en los Scouts, algo neceseario y valioso, que en más de una ocasión les salvó la vida. Pero añaden con enfásis que no lo volverían a hacer, y aconsejan que nadie intente hacer ese raid.
En sus propias palabras: "Ahora que la parte dura del viaje ha acabado, nosotros sentimos que ha valido la pena. Lo hemos disfrutado, aún a pesar de los momentos duros vividos, de sufrimiento y de ver la muerte tan cerca de nosotros. Pero todos los obstáculos que encontramos, pudieron ser superados. Todo el miedo que teníamos, y no eramos ajenos a él, se vio remplazado por una confianza en franco crecimiento a base de experiencias y por la necesidad de estar siempre listos y alertas.
"Nosotros, Rafael Ángel Petit y Juan Carmona, Boy Scouts de la República de Venezuela, hemos caminado diez mil millas para saludarlos con hermandad, para darles un aplauso de Hermandad Scout. No hay jungla intransitable, río ni montaña lo suficientemente alta, enfermedad, sed o hambre, que puedan parar el alcanzar los objetivos de ciudadanía y hermandad internacional del Movimiento Scout. Todos los Scouts que hemos encontrado a lo largo del camino, se nos unen a la hora de saludarlos. Nosotros hemos desgastados doce pares de botas para estar con ustedes en el primer Jamboree Nacional."
Hola chicos!
ResponderEliminarSoy Miguel, del Clan de Rovers Eguzkiaren Sua, del Eslabón, nos conocimos en el día del pensamiento scout.
Es para que tengáis mi e-mail y podamos estar en contacto de algún modo.
Un saludo!
Buena caza.
Hola Miguel es estupendo,
Eliminarte dejamos el correo del clan
Clanroverorion@gmail.com
Servir